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Bernardo Oyarzún curador de la exposición "Küme Mongen" en el MAVI UC

Actualizado: 14 sept

Curar el territorio, curar el arte: diálogos entre Küme Mongen y la curaduría contemporánea.


Entrevista a Bernardo Oyarzún realizada por Roberto Farriol en el marco de la exposición "Küme Mongen" en el MAVI UC


En el contexto de la reciente inauguración de “Küme Mongen”, en el Museo de Artes Visuales MAVI UC, conversé con el artista y curador Bernardo Oyarzún, quién asumió un triple doble: el de artista, de curador y museógrafo. Esta entrevista es una exploración profunda sobre los modos en que el pensamiento mapuche y el arte contemporáneo pueden encontrarse, tensionarse y, a la vez, transformarse mutuamente. A través de conceptos como küme mongen, Bernardo propone una visión crítica y sanadora sobre la práctica curatorial.

En el corazón de la propuesta curatorial de Oyarzún se encuentra el concepto de küme mongen o “buen vivir”, principio vital que no puede separarse del territorio, la comunidad ni la espiritualidad. Para Bernardo, este no es simplemente un ideal, sino una guía práctica que ha influido directamente en su manera de entender tanto el arte como la curaduría. La selección de obras, su disposición y la museografía que las acompañaban fueron pensados como actos de reciprocidad con los saberes y entidades convocadas.





El enfoque de Oyarzún rompe con la lógica objetualista del museo occidental. Si la salud para el mundo mapuche incluye no solo lo físico y mental, sino también lo espiritual y lo ambiental, ¿cómo trasladar esto al espacio expositivo? Bernardo nos cuenta que su práctica curatorial incorpora estos ejes como criterios centrales, desplazando los modelos académicos de categorización hacia otros basados en vínculos, resonancias y afectos. La espiritualidad no aparece como decoración temática, sino como una estructura profunda que ordena y da sentido al relato curatorial.



Bernardo observa que el sistema artístico institucional, muchas veces basado en el extractivismo cultural, padece su propia forma de enfermedad: una desconexión con los contextos de origen de las obras, con sus lenguas, pueblos y memorias. Exhibir sin entender, estetizar sin responsabilidad: todas estas prácticas son síntomas de una cultura del despojo.



En contraste, Oyarzún propone pensar la curaduría como un acto medicinal. Inspirado en la figura del —sanador tradicional—, el curador podría asumir una función similar: la de restablecer vínculos entre elementos que han sido separados por la historia o el mercado. Esta idea es radical. No se trata simplemente de “dar contexto” a las obras, sino de generar condiciones para que puedan volver a hablar con su entorno, sanar sus heridas y reconectarse con sus sentidos vitales.



Desde esta perspectiva, los objetos ya no son cosas a clasificar o a interpretar, sino seres con agencia, memoria y afecto. Esta diferencia ontológica desafía las lógicas museográficas tradicionales. Oyarzún enfatiza que no se trata solo de “mostrar” estos elementos, sino de reconocer su condición viva y establecer un vínculo de respeto. Uno de los puntos más urgentes de la conversación fue la persistente barrera entre el arte indígena y el arte contemporáneo. Para Oyarzún, esta distinción reproduce lógicas que relegan lo indígena al pasado o al folklore, impidiendo reconocer su potencia en el presente.



Frente a las crisis actuales —climáticas, sociales, espirituales—, el arte puede jugar un rol crucial. Bernardo se inscribe dentro de una curaduría donde la relación con los objetos, los públicos y los territorios se basa en la escucha, el respeto y la reciprocidad. No se trata de imponer discursos, sino de crear condiciones para que los saberes, muchas veces silenciados, puedan emerger. Esta política no es complaciente, sino crítica. Implica revisar las propias prácticas, los propios privilegios, y abrirse a otras formas de conocimiento.



El arte, en este contexto, puede ser un puente y la curaduría, una forma de tejido. Se trata de propiciar diálogos respetuosos, sin apropiaciones ni exotismos. Para ello, insiste Bernardo, se debe trabajar desde el territorio, desde la memoria y desde una ética radical.



La entrevista, ante la última pregunta, concluye con un mensaje claro a quienes están comenzando su camino en el arte y la curaduría: no basta con interesarse por lo territorial o lo ancestral como una moda estética. Se requiere compromiso, estudio y respeto. Trabajar con culturas originarias no es un atajo hacia la legitimidad, sino una responsabilidad profunda. Bernardo invita a iniciar ese camino con humildad, con atención a las voces que han sido históricamente silenciadas, y con la convicción de que el arte puede ser una herramienta para sanar, no solo representar.



 

 
 
 

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